
La evacuación de una vaina de cocaína puede demandar más de 48 horas. Pero si se revienta, la muerte es inexorable para el que la lleva.
La Voz del Interior
Nada, nadie; de nada, patrón.
¿Quién te enseñó a hacer estas cosas?
Allá por tierra adonde él tome y daca voy con mi cuerpo no-mío de parir. ¿Qué si no como, qué, qué, qué?...
¡Malparida! igual que tú, mijito. Y que él y que ella y que los de más aquí donde los nadie somos.
¿Qué te creés patrón, que tus aspiraciones se llenan solas? ¿Qué quién dónde te lleva tus polvitos mágicos? ¿llorarías de saberlo?
¿Qué quién dónde se transporta esa cosa que te transporta?
Y si no puedo llenar la panza con lo mismo que vos, qué te creés, patrón, vení con eso a mi cuerpo-agujero que transporta tu oro.
Y te mareás, y te perdés, y golpeás tu cabeza contra los espejos del baño, y te ves multiplicado y turbio, y te trastornás, y la sorbés, la eyaculás, la olvidás, ¿te pega? y dame dame siempre más como un niñito.
Soy como esas matriushkas que guardan madrecitas dentro de madrecitas dentro de úteros fosforescentes. ¿A cuánto el kilo vivo?
Me trago con burbujas una y otra freno el vómito inspiro las ganas de cagar expiro lento contenida raspa el látex.
Le rezo al diosito que estás en las entrañas:
Que los gendarmes no me palpen.
Que el frío no me haga tiritar.
Que mis ojos puedan mentir.
Que la bomba no estalle entre mis tripas.
¡Bum!
Que no descubran el pañal de mi hijo.
Que me limpie de todo.
¡Vaciáme, diosito!
Intento el sueño. Por las ventanas desfilan vacas y algunos alambrados. Esperáme patrón, que voy o muero.
La virgencita con tu carga.
Amén.
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