
Tacto y no recato: leo esas palabras a la luz del día, no las escondo, me las apropio de algún modo. Las toco, las acaricio, las increpo, marco con lápiz en los bordes los pasajes de mayor intensidad. Y sé que la ucronía es sinsentido, pero cómo evitar el "qué hubiera pasado si..." cuando una ya conoce el final. Eso no pasa en las novelas, donde a la hoja de ruta la traza el autor.
Tacto frente a la tinta y el lápiz. Tacto al pasar cada hoja pequeña, alguna más traslúcida que otra y así… un devenir de relato en palimpsesto.
Tacto al cotejar esa memoria escrita con los relatos que me llegaron, desde la tierra lejana de mi infancia. Con las historias que hicieron de mí esta historia que en parte soy. Tacto y no recato y, sí, en cambio, una cierta delicadeza para con esa palabra otra que construye intimidad para un lector fantasma: Ulises in fabula.
Ella le dice a él: para que no olvides tu sitio. Y él le asegura: dondequiera que vaya.
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