Había, por cierto, en el papel, un blanco. El principio era el caos: no en sentido temporal, sino en tanto método. Escucho: sobre y de Cage, una definición de las atribuciones del "ritmo": algo no organizado, no repetitivo. Algo que sucede, inesperado, "irrelevant". Se trata de vivir conforme a Kairós, escucho decir, o creo: y apunto, obediente. Entonces vuelvo: el principio era el caos, un silencio y aún, por ello mismo, un pleno de expectación.
No un blanco puro pues sino en grado cero su consecuente finitud, que grita, demasiado, su demanda de organización. Asi como la desnudez revela menos que el atuendo; o el rostro menos que la máscara. Así, el silencio atruena en sus posibilidades.
Y antes del signo, la mancha, la incisión, el trazo, el lugar pregnante de lo informe. Bacon creaba desde la mancha hacia un devenir figura que resultaba ser una (otra) mancha. En rigor de verdad: una de-formidad.
Kairós en la encrucijada de cuerpos que chocan. No hay poiesis sin caos. Ni política: finalmente, fuera de Kairós.
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