Es la pregunta por el territorio, aquella que emerge para quienes van.
De allí destino, como cifra temporal, la de un hacerse camino en el andar, pero también, la de un hacerse lugar entre los posibles. Un hacerse posible un modo de existencia, cuando el devenir nos arroja desde circunstancias inhóspitas a la aventura o desventura.
Dónde el hogar, preguntaba desde diversas latitudes de pantallas la voz en off de la muestra “Extranjerías”, curada por Néstor García Canclini, a la que asistí años atrás, en Buenos Aires.
Poco más o menos, estas fueron algunas respuestas:
El hogar es la infancia, allí donde la primera lengua.
El hogar es donde puedo vivir sin que me persigan.
El hogar es el contexto de mis tradiciones, mis fiestas, mis ritos.
El hogar es reservorio de mis sabores familiares. El de mi flora y fauna. El de mi paisaje, el primero que vieron mis ojos.
El hogar el último paisaje que quisiera que vieran mis ojos.
El hogar es donde encuentro cobijo y respeto. Donde están mis apegos.
El hogar es una construcción, un futuro, un horizonte.
El hogar es un barco, un tren, una valija.