Desmañados y corpulentos, de tramo en tramo ocupan las veredas, las hilachas peludas colgando de las ramas. Reparo en el primero que me sale al cruce cuando atravesamos la puerta de entrada del edificio donde vivió mi familia y la mirada de Pausides sigue mi inquietud: me explica que se trata de una especie propia del lugar, un árbol de aquí, de entrecasa, con sus raíces que le cuelgan hasta tocar el suelo, se llama Jagüey, si quiere le sacamos una foto y a usted posando apoyada en el tronco. Tomo la imagen pero omito ser parte de ella, es que aún no he tomado pertenencia de esa tierra que llevo en la sangre; me acerco a ella con delicadeza, entregada a mi ignorancia y al asombro del mundo por venir. Sonrío mientras acaricio los cabellos del jagüey, pensando en la vida y sus potentes metáforas.
(continuará...)